dinosaurios

Spinosaurus: el dinosaurio carnívoro más grande que, por si hiciera falta, también nadaba.

dini

Si uno sabe donde buscar, de la aparente uniformidad de las rocas se pueden extraer grandes sorpresas. De vez en cuando, esas sorpresas cambian la forma en que entendemos la historia de la vida. Hace más de 100 años, el paleontólogo alemán Ernst Stromer encontró en Egipto los primeros restos fósiles de Spinosaurus, un dinosaurio carnívoro que lo intrigó por las extrañas espinas óseas que tenía en las vértebras de la espalda. Ese esqueleto cambió la historia porque Spinosaurus se convertiría en el dinosaurio depredador más grande que haya pisado la Tierra (mayor que el mismos T. rex) y porque, después de que sus fragmentos fueran destruidos en la Segunda Guerra Mundial, no se volvería a encontrar un ejemplar tan completo. Hace unos 5 años, el paleontólogo germano-marroquí Nizar Ibrahim, que actualmente trabaja en la Universidad de Chicago, encontró en Marruecos nuevos restos de Spinosaurus que al fin rivalizaban con los de Stromer en lo abundantes y completos. Este esqueleto, reportado en la revista Science la semana pasada, podría cambiar la historia porque es evidencia de queSpinosaurus fue un dinosaurio acuático: el primero y único dinosaurio acuático conocido hasta ahora.

“Es el primer dinosaurio que muestra estas adaptaciones realmente increíbles”, comenta Ibrahim para el sitio de noticias de la revista Nature. Luego de pasar un par de años siguiendo la pista de unos misteriosos huesos que un lugareño del Sahara marroquí le llevara en una caja de cartón, Ibrahim consiguió llegar a una cueva donde encontraría más restos de Spinosaurus, restos que le harían pensar a él y a los colegas de su universidad que ese dinosaurio carnívoro, que podía medir hasta 15 metros de largo, tenía un estilo de vida acuático o semiacuático al menos.

Desde los tiempos de Stromer los paleontólogos han averiguado mucho sobre los dinosaurios. Ahora se tiene una idea más acabada sobre su diversidad e importancia. Reinaron la Tierra durante millones de años y, de manera parecida a los mamíferos de la actualidad, probaron con muchas formas de vida. Los había herbívoros grandes, herbívoros pequeños, carnívoros grandes, carroñeros pequeños, carnívoros descomunales y herbívoros aun más descomunales. Había los que cuidaban a sus crías y los que podían morir por probar el bocado de las crías de otros. Había los que andaban a pasos agigantados, los que se movían con un andar de avestruz y los que, ahora sabemos, aleteaban, planeaban y volaban. Pero entre toda esta diversidad, nunca se había encontrado alguno que pasara la mayor parte de su vida en el agua, nadando.

Lo importante de este descubrimiento, según Claudia Serrano Brañas, paleontóloga de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, es que amplía la visión que teníamos de los dinosaurios. “Anteriormente, se creía que los dinosaurios estaban restringidos a un ambiente netamente terrestre y que tal vez algunos de ellos pudieron haber hecho ciertas incursiones dentro de un medio acuático, pero eso simplemente eran inferencias al respecto”, comenta en entrevista para Historias Cienciacionales. “Por primera vez dentro del registro fósil de este grupo de organismos, tenemos la presencia de un dinosaurio acuático.”

A partir de los nuevos huesos encontrados en Marruecos, y de fragmentos de diferentes esqueletos que hay regados por el mundo, Ibrahim y un equipo internacional de paleontólogos reconstruyeron la anatomía ósea de Spinosaurus. Paul Sereno, paleontólogo estadounidense y coautor del estudio, afirma, en un video para el sitio de noticias de la Universidad de Chicago, que las características de estos nuevos huesos “se asemejan mucho a las de animales que pasan mucho tiempo en el agua”.

¿Exactamente qué historia cuentan esos huesos? Las fosas nasales de Spinosaurus están muy atrás en el cráneo, en un lugar similar a las de un cocodrilo; esto le permitiría respirar mientras nadaba medio sumergido. Sus patas eran más cortas que las de otros dinosaurios carnívoros con los que estaba emparentado (los terópodos, en los cuales se encuentra T. rex), y los científicos piensan que eso es seña de que pataleaba en lugar de correr o cazar en tierra firme. Sus huesos eran de una densidad algo mayor a la de otros dinosaurios, lo cual le habría ayudado a la hora de sumergirse o flotar a voluntad. Además, su cuello alargado y sus patas traseras cortas hacían que, a diferencia de sus primos, le fuera más fácil nadar que caminar sobre sus patas traseras. Este mismo rasgo lo obligaba, según Ibrahim, Sereno y sus colegas, a andar a cuatro patas cuando se aventuraba fuera del agua, una forma de moverse muy inusual para un carnívoro de su tipo.

Todos esto son indicios de que Spinosaurus era un dinosaurio que nadaba; sin embargo, para algunos científicos sigue siendo arriesgado afirmar que se trataba de un animal verdaderamente acuático. Paleontólogos de otras instituciones, así como paleo-ilustradores profesionales (que se dedican a reconstruir la anatomía de animales extintos a partir de fragmentos de esqueletos), señalan que el principal problema del estudio de Ibrahim y sus colegas es que trabajaron con partes ajustadas de diferentes esqueletos y, sin embargo, sacaron conclusiones como si fueran un mismo individuo. John Hutchinson, de la Universidad de Londres, comenta para el sitio de noticias de Nature que “hay que tener cuidado con estar creando una quimera”. En su blog personal, el paleoilustrador Scott Hartman cuestiona la forma en que Ibrahim y sus colegas ajustaron la proporción de las patas traseras del nuevo fósil a los demás restos conocidos del dinosaurio, pues esto cambiaría algunas de las conclusiones del estudio. “Por lo menos, pone en tela de duda la idea de que Spinosaurus era un cuadrúpedo obligado en tierra”, escribe.

Estas críticas son normales y bienvenidas en cualquier campo científico, y mucho más en la paleontología. “Hay que recordar que, cuando hablamos del registro fósil, éste por lo general es incompleto, por lo que siempre hay que proceder con cautela cuando se hacen inferencias sobre el modo de vida de organismos que se extinguieron hace millones de años”, nos recuerda Claudia Serrano.

Con todo, junto a las evidencias anatómicas, Ibrahim y sus colegas contaban con datos anteriores que mostraban que Spinosaurus comía principalmente peces (tiburones y celacantos, por ejemplo) y que, por la composición química de sus huesos, pasaba una gran parte del tiempo cerca o dentro del agua, así que los paleontólogos tienen un buen grado de confianza en sus conclusiones, las cuales, de confirmarse, cambiarían nuestra forma de ver a los dinosaurios. “Este tipo de descubrimientos son sensacionales, ya que sacuden los cimientos de la paleobiología de dinosaurios”, concluye Claudia Serrano en sus comentarios, “y nos dejan en claro que la clase Dinosauria todavía nos tiene guardadas muchas sorpresas.”

Fuentes:

Artículo original en la revista Science | Nota en Nature | En el blog de Scott Hartman | Video de Paul Sereno | Nota de El País | Nota original en el Blog de Historias Cienciacionales | Imagen

Un venezolano que da información sobre la evolución de los dinosaurios.

dino Del tamaño de un perro, con una dieta basada en plantas y, probablemente también insectos, este dinosaurio vivió hace doscientos millones de años. Sus restos fueron encontrados en lo que ahora es Venezuela, concretamente en una formación llamada “La Quinta”, en los Andes –de ahí que su nombre sea "Laquintasaura venezuelae"-. Lo más importante es que su recuperación viene acompañada de mucha información valiosa.

Este animal es un ornitisquio, que en español significa “caderas de ave”. Es el primero de su grupo que arroja datos sobre los primeros cambios evolutivos que ocurrieron a los ornitisquios lo largo del tiempo. Más aún, pertenece a un colectivo de dinosaurios cuyas primeras caracterizaciones evolutivas están incompletas debido a que se tienen pocos ejemplares, y la mayoría de los datos paleontológicos están dominados por otros dinosaurios.

Además, el que se haya encontrado en dicha región, aumenta el área habitada por estos animales conocida hasta ahora, y contradice la hipótesis que sostenía que los ornitisquios vivían en climas diferentes a los cálidos y tropicales. También arroja datos sobre la velocidad de crecimiento de estos animales.

Finalmente, hasta ahora se han recuperado cuatro individuos de la nueva especie, lo que el equipo de investigadores sugiere como una evidencia de que vivieron en grupos, un comportamiento que hasta ahora era desconocido para un registro fósil de esta antigüedad.

En general, da evidencia sobre la importancia del registro de los ornitisquios en las discusiones sobre la evolución de los primeros grupos de dinosaurios.

Fuentes:

Artículo original | Nota en la Revista Science | Nota Original en el Blog de Historias Cienciacionales

De cuando Triceratops, junto con nuestra infancia, casi se extingue.

dinoo La imagen de Triceratops en libros, películas y caricaturas fue una constante. Este dinosaurio fornido de tres cuernos y cráneo expandido es un clásico en los libros infantiles, el herbívoro por excelencia, una presa típica para los siempre hambrientos Tyrannosaurus de papel.

Por otra parte, Torosaurus es una especie emparentada con Triceratops, pero un poco diferente. Y hasta hace poco escondía un profundo secreto. La fronda craneal de Torosaurus es más alargada y tiene dos huecos, y el tamaño que alcanzan los adultos es mayor al que alcanzan los adultos de Triceratops. John Scannella y Jack Horner, ambos de la Universidad Estatal de Montana, en Estados Unidos, notaron algo raro en este patrón: no hay registro fósil de ejemplares pequeños de Torosaurus. Todos los fósiles que se conocen son adultos y, curiosamente, su tamaño comienza a partir del tamaño de los ejemplares más grandes de Triceratops.

Se dieron cuenta de esto al analizar los hallazgos que durante 10 años el proyecto Hell Creek llevó a cabo en la formación Hell Creek, en Montana y Dakota, donde se recuperaron muchos cráneos de Triceratops desde menos de 50 centímetros hasta unos que alcanzaban los dos metros. En ese mismo estrato encontraron pocos cráneos de Torosaurus, todos ellos de dos a tres metros de longitud. ¿Cómo explicar la ausencia de individuos jóvenes en Torosaurus? Quizá con el argumento de que el registro fósil es incompleto, lo cual es cierto. Sin embargo, si consideramos que estos dinosaurios vivieron y murieron de manera contemporánea a los Triceratops, podemos pensar que la probabilidad de fosilización fue similar para ambas especies, lo cual nos lleva a preguntarnos si existe una mejor explicación a este descubrimiento, sobre todo si tomamos en cuenta que es más fácil que se fosilicen restos pequeños.

El único rasgo que distingue sin duda a Triceratops y Torosaurus es que el último tiene una fronda más grande con dos aperturas. Todas las demás características entre ambos dinosaurios son muy similares. Los dos han sido encontrados únicamente en la formación Hell Creek, lo cual quiere decir que compartieron tiempo y espacio hace aproximadamente 67-65 millones de años, durante el periodo Cretácico. Fue en este periodo que ocurrió la extinción de los "lagartos terribles", por lo que Triceratops y Torosaurus son considerados como los últimos dinosaurios con cuernos. Quizá la respuesta al misterioso patrón encontrado por John Scannella y John Horner yace en una explicación ontogenética. La ontogenia se refiere a los cambios morfológicos por los que un individuo pasa a lo largo de su vida, desde que es un embrión hasta que muere. Podemos pensar en los cambios ontogenéticos como los cambios en el desarrollo de un organismo, como la aparición de vello facial en los hombres o el cambio en la proporción de la cabeza respecto el resto del cuerpo. Así como los mamíferos, todos los seres vivos tienen cambios ontogenéticos.

La pregunta que se plantearon Scannella y Horner fue si el patrón del registro fósil observado podía deberse a cambios ontogenéticos en Triceratops, y no a la existencia de dos especies que en su tiempo fueron contemporáneas. Para contestarse, tomaron todos los cráneos disponibles de ambas especies y los analizaron sin diferenciarlos entre sí. Clasificaron todos estos cráneos en estadios según el tamaño, es decir, en “etapas de vida” –bebés, juveniles, subadultos, adultos– y después midieron diversos rasgos que podían cambiar durante el desarrollo de los individuos.

Encontraron que varios rasgos van cambiando como un continuo a través de los cráneos, es decir, que en ningún momento se nota un brinco o diferencias muy grandes que separen los ejemplares de Triceratops de los de Torosaurus. Por ejemplo, en los cráneos clasificados tradicionalmente como “Triceratops adultos” existen regiones cada vez más delgadas en la fronda mientras mayores son los cráneos. La posición de estas regiones coincide con la de los huecos en las frondas de Torosaurus, de manera que lo que se ve, al analizar todos los cráneos juntos, es que las frondas van adelgazando paulatinamente.

Ésta y otras evidencias ontogenéticas llevó a los paleontólogos a dudar si lo que estaban viendo en el registro fósil realmente eran dos especies diferentes o si, más bien, se trataba de una sola cuyos adultos fueron clasificados por error como un dinosaurio distinto. Los análisis estadísticos que realizaron juntando la información que existía sobre los cráneos de Triceratops y Torosaurus no mostraron diferencias que pudieran separarlos como dos especies distintas. Más bien, en la mayoría de los rasgos analizados, Triceratops y Torosoaurus muestran un patrón continuo, como el que se esperaría si fueran una misma especie en diferentes etapas ontogenéticas.

Así, Torosaurus y Triceratops, antes consideradas como dos especies, se fusionaron en una sola. El nombre de Triceratops fue el que se decidió conservar, respetando a todos esos niños –y no tan niños– que recuerdan a Triceratops con cariño. Torosaurus, por desgracia, pasó a la historia.

Este ejemplo ilustra cómo nuestro conocimiento sobre la vida en el pasado está sujeto a las herramientas que tenemos para estudiarlo y analizarlo ¿Ocurrirá este sesgo también en el estudio de la vida en el presente? Lo más probable es que sí. Nuestro conocimiento, y por lo tanto nuestra percepción de la vida, están condicionados por cómo nos podemos aproximar a ella. Triceratops, afortunadamente (y por ahora), seguirá en los libros para colorear.

Fuentes:

Artículo original aquí |  Nota de Historias Cienciacionales | Imagen 

¿Cómo cambia de sexo un dinosaurio?

dino Tim se cayó en el lodo. Llevaba la boca abierta y el sabor a tierra fétida le revolvió el estómago. También le crispó los nervios. Era un sabor muy parecido al que había probado aquella noche, hace tantos años, cuando el tiranosaurio lo tiró con todo y carro por un barranco. Ya ni siquiera recordaba a ciencia cierta el momento exacto. Sólo el sabor y la urgencia de correr para evitar ser devorado. Llevaba ya dos días en la isla, y la selva se lo había tragado entero. Habían pasado más de veinte años desde la primera vez que había puesto un pie ahí, y mucho había cambiado desde entonces. No se había graduado como paleontólogo, como lo planeó en un principio. En cambio se dedicó a la biología del desarrollo. Fue por eso que se extrañó cuando le pidieron regresar. La propuesta fue clara: era el único disponible de los que habían ido a la isla durante el incidente y, más importante aún, el único que tenía acceso a los cuadernos de viaje de Alan Grant. Él le había heredado todo a Tim antes de morir, hacía cinco años. Inicialmente sólo pretendían interrogar a Tim sobre su experiencia en la isla, particularmente acerca de los huevos que encontraron Grant, Lex y él cuando deambulaban por ahí. Pero cuando mencionó a qué se dedicaba le pidieron que los acompañara en una expedición. A Tim no le hacía gracia regresar al lugar donde casi fue devorado por carnívoros extintos, pero su curiosidad científica hacía bullir dentro de él una urgencia por descubrir qué estaba pasando en la Isla Nublar. El problema era el siguiente: los dinosaurios había sido eliminados de las islas de Parque Jurásico hacía más de 10 años. Pero la empresa Biosyn había conseguido –de forma ilegal, quizá– los permisos para repoblarlas con tres tipos de dinosaurios. Ahora, la historia que Tim había vivido de pequeño se repetía ya que los trabajadores habían encontrado huellas de crías en distintos lugares aunque, como medida de control, todos los animales habían sido programados como hembras. El día que regresó a la isla, Tim recordó lo que le había dicho Grant acerca de cómo el ADN de los dinosaurios, incompleto y dañado por el peso de los años, había sido reconstruido con ADN de rana. Grant también le comentó que algunas poblaciones de ranas pueden cambiar de sexo, y que aquello podía ser causa de que algunos dinosaurios hembra se convirtieran en machos, fecundaran hembras, y existieran retoños naciendo sin permiso en todo el parque. Pero la rana más usada en laboratorio, y de la cual parecían provenir los fragmentos de ADN usados para rellenar el código de los dinosaurios era Xenopus laevis, que no sufre cambios de sexo espontáneo. Tim lo sabía bien porque se había dedicado a estudiar este anfibio durante su tesis. Todo el asunto estaba muy raro. Por la noche del primer día, Tim desenterró una de las bitácoras de Grant del fondo de su mochila y comenzó a leer bajo una luz improvisada: "¿Se parecen suficiente los dinosaurios a las ranas como para que esto pueda pasar?" –leía Tim en los garabatos de su mentor– "¿Por qué no usar ADN de otro animal?¿Fueron accidentales los nuevos nacimientos en el parque?". Tim ya se había preguntado eso antes. Había pensado que si fuera él quien diseñara un parque de atracciones con dinosaurios evitaría completar su ADN con el de animales que cambian de sexo con la temperatura, como algunas especies de cocodrilos y tortugas. Aves sería lo ideal, pues son el grupo más parecido a estos seres extintos. En ellas la determinación sexual viene directo de los genes, como en los humanos, y no hay efectos extraños causados por la temperatura. Incluso, los efectos de las hormonas en aves parecen limitarse a la etapa de embrión. Tim siguió leyendo algo acerca de plantas extintas y una Triceratops enferma en la bitácora de Grant antes de que se escapara un profundo suspiro de su pecho y cerrara los ojos. En la madrugada del segundo día salió a examinar a los dinosaurios. Ninguno era agresivo, y Tim pudo acariciarlos como lo había hecho por vez primera en su infancia. Eran justo como los recordaba: inmensas vacas mimadas. Examinó las plantas. Había algunas especies venenosas, otras comestibles y algunas como plátano, mango, trigo y piña que más bien parecían estar destinadas al consumo humano. Uno de los trabajadores que lo acompañaba le explicó que antes de la construcción del parque se habían cosechado grandes hectáreas de cultivos ilegales en la isla que luego se exportaban desde Costa Rica. Mientras trataba de esquivar la vegetación de la selva para seguir examinando a los dinosaurios, Tim se formuló una pregunta inquietante ¿cómo definen su sexo los dinosaurios? Recordó el caso de la lagartija dragón australiana, con una determinación sexual ZW: los individuos con la combinación de cromosomas ZW son hembras; los de la combinación ZZ son machos. Pero si los machos de esta lagartija se incuban a altas temperaturas pueden cambiar su morfología y transformarse en hembras. Por eso mismo, las hembras maduras pueden ser ZZ o ZW, pero los machos son siempre ZZ. "Casos como este son considerados un 'eslabón' entre la determinación sexual genética y la dependiente de temperatura", pensó Tim antes de caer de bruces sobre el lodo. Regresó a su cuarto en la estación, tomó un baño y volvió a los cuadernos de Grant. De acuerdo a sus notas, el control del sexo en Parque Jurásico se lograba negándoles a los dinosaurios una hormona específica durante su desarrollo embrionario. Algo similar pasaba en las ranas a causa de la atrazina, un herbicida usado de manera habitual en campos agrícolas. Según recordaba Tim, las ranas que cambian de sexo a causa de la atrazina tienen una determinación sexual genética, no por temperatura. Las ranas macho expuestas a este químico producen una enzima que convierte la testosterona en una sustancia que participa en el desarrollo de las hembras. Sin duda algo así había pasado (y probablemente estaba pasando de nuevo) con los dinosaurios, sólo que al revés. Había algo en el parque o en la isla que convertía las hormonas femeninas en testosterona. La pista clave le llegó mientras comenzaban a caer las primeras gotas de una feroz tormenta: en las aves genéticamente hembras (con cromosomas ZW) la determinación sexual puede ser revertida a machos con una sustancia, un inhibidor de aromatasa. ¿Qué estaba ocurriendo exactamente en la isla? ¿podría tener que ver con algo que se hubiera usado durante las cosechas ilegales? ¿Qué sustancia podría haberse liberado de tal manera en el ambiente que tuviera efectos tan notables en la biología de los dinosaurios? Más aún, ¿les afectaba sólo a ellos? Y si estaba tan concentrado como para poder colarse en el área de incubación, ¿estaban Tim y todos los demás seguros en Parque Jurásico?

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Esta es la primer colaboración de Libertad Pantoja Hernández con Historias Cienciacionales. Libertad nació en la Ciudad de México y cursó la carrera de Ciencias Genómicas en la UNAM. En 2008 y 2009 participó en el concurso iGEM de máquinas genéticas. Ahora cursa su doctorado en Ciencias Biomédicas y toma un taller de narrativa impartido por el escritor Alberto Chimal. Cada vez que puede, Libertad escribe y dibuja.

Bibliografía:

 Artículo original sobre el cambio de sexo por temperatura en reptiles en Scientific American  | Revisión sobre la determinación sexual en anfibios | Determinación sexual en aves |Nota original en el Blog de Historias Cienciacionales

Encontrar T. rex en México empezando por los dientes

  11abril

Cerca de la Sierra San José, en el estado de Sonora, México, la tierra de colores pardos y algunos escasos matorrales pueblan el paisaje. Hay más polvo y roca que vegetación. A los ojos de un turista, no hay mucho que ver. A los ojos de un paleontólogo, se trata de una mina de oro. Siempre que las entrañas de la Tierra se asomen a la superficie, el lugar atraerá los picos, las brochas y los sombreros características de los científicos que estudian la vida antigua. Por ello es que Carlos González León, investigador el Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México, pasa tanto tiempo en estas rocas sonorenses. Y de vez en cuando, entre las pequeñas satisfacciones diarias de su vida se cuela una satisfacción mayúscula, digamos, una tan grande como de unos 12 metros de largo, unas 7 toneladas de peso, con dientes terribles en una boca hórrida y brazos demasiado pequeños: la satisfacción de descubrir restos de un Tyrannosaurus rex.

Seis dientes bastaron para emocionar a Carlos y a sus colegas, entre ellos, a Claudia Serrano Brañas, también del Instituto de Geología de la misma universidad. Ella lideró el análisis de los dientes que llevó a la conclusión de que Tyrannosaurus rex también pisó tierras mexicanas. “Estamos realmente emocionados con este descubrimiento, ya que por primera vez para México podemos decir con certeza que el dinosaurio más famoso de todos los tiempos habitó nuestro país”, comenta Claudia en entrevista exclusiva con Historias Cienciacionales.

No fue un análisis sencillo. Los tiranosáuridos, el grupo de especies al cual pertenece T. rex, es muy amplio y sus dientes son muy parecidos entre especies… carnívoros, al fin y al cabo. Se sospechaba que algunos dientes encontrados en otras partes del norte de México podían ser del rey, pero era difícil asegurarlo. “Resultaba casi imposible distinguir entre los diferentes géneros”, explica Claudia. “Sin embargo, a través de datos cuantitativos y la aplicación de una serie de análisis estadísticos es que pudimos identificar a nuestros ejemplares como dientes de Tyrannosaurus.”

Fuera del orgullo patriotero, que evidentemente le importaba un licopodio al T. rex, este descubrimiento es relevante porque amplía la zona conocida donde vivía este famoso animal, cuyos fósiles se han encontrado en muchos lugares de Norteamérica, pero nunca tan al sur. “Hasta antes de la publicación de éste artículo, se pensaba que el género Tyrannosaurus sólo se había distribuido en Canadá y Estados Unidos”. 

Seis dientes bastaron para emocionar a estos paleontólogos, pero ¿esos dientes les dan esperanzas de encontrar más restos, quizá fragmentos de hueso o incluso esqueletos más completos? “Sin duda alguna. Yo considero que sólo es cuestión de tiempo para que encontremos esqueletos de Tyrannosaurus; simplemente se necesita un poco de paciencia y una gran perseverancia”, concluye Claudia. Todos los dinoaficionados tendremos los ojos bien abiertos.

 

Bibliografía y enlaces de interés:

*

Artículo original de Claudia Serrano, Carlos González y sus colegas.

 

*Un poco de información sobre dinosaurios en México.

*Nota de Historias Cienciacionales

Enchúlame el trasero.

polloCon el 2014 vienen cosas increíbles. Una de ellas, esperada con ansias por todos los integrantes de Historias Cienciacionales, ocurrirá el 18 de septiembre: la 24º Ceremonia de los Premios Ig Nobel. Esa noche, el teatro Sanders de la Universidad de Harvard se vestirá de gala para condecorar a diez afortunados científicos cuyas investigaciones de este año hayan hecho pensar a la gente, después de haberlas hecho reír. La cantante, pianista y compositora estadounidense Amanda Palmer, también conocida como Amanda "Fucking" Palmer, ha retratado la esencia de los Ig Nobel en palabras más refinadas: «es como la cosa más pinche extraña a la que puedes ir… es un montón de verdaderos Premios Nobel dando un reconocimiento a científicos reales por haber hecho cosas jodidamente chifladas. Es increíble». Sea como sea, no hay duda de que los Premios Ig Nobel celebran lo inusual y honran lo imaginativo. Y en Historias Cienciacionales ya tenemos a nuestro candidato favorito para la categoría de Física. O Biología. O ambas. Se trata del trabajo que publicó un equipo de investigadores chilenos a principios de febrero, titulado "Caminando como dinosaurios: las gallinas con colas artificiales proveen pistas sobre la locomoción de los terópodos no avianos".

Así como se lee, el estudio pretende usar a las gallinas como ventanas al pasado para descubrir cosas nuevas sobre la morfología, postura y movimiento de sus antepasados, los dinosaurios. Utilizar a las aves resulta especialmente útil en este tipo de investigaciones: para nuestra mala fortuna, los restos fósiles han demostrado una y otra vez ser demasiado rígidos como para poder observar –a simple vista y sin el uso de modelos computacionales– cómo caminaban los tiranosaurios y sus primos.

Aunque es verdad que las gallinas son un gran modelo de estudio para inferir la biología de sus familiares extintos, debemos reconocer –ni hablar– que no ofrecen una viva imagen de los dinosaurios. De acuerdo con el equipo de científicos chilenos, existe una diferencia crucial: los dinosaurios tenían cola. En contraste, las gallinas exhiben un trasero más bien plano con el que muchos podríamos sentirnos identificados.

Además de los evidentes efectos estéticos, tener una cola más grande también puede hacer que camines diferente (sobre todo, si te mide unos cuantos metros). Las aves, por ejemplo, caminan agachadas porque se impulsan gracias a la flexión de sus rodillas. Nosotros también podemos caminar así, como se ilustra en este video educativo. Pero se cree que los terópodos no avianos, como el velociraptor y demás dinosaurios bípedos parecidos, tenían una postura más erguida ya que para desplazarse retraían el hueso que se unía a su cadera: el fémur (basta recordar Jurassic Park o ver otro video, da igual).

Las diferencias de locomoción entre ambos grupos se debe al cambio en el centro de masa que, en su definición menos embrollada, es el punto de balance de la masa de un objeto. Es decir, si apoyáramos un pivote en este punto, el objeto estaría en balance perfecto. Mientras el centro de masa en las personas se ubica un poco más abajo del ombligo, en las gallinas se encuentra cerca de la pelvis.

Consciente de que puedes cambiar la manera de caminar de un animal si alteras su centro de masa, el ingenioso equipo chileno –y futuro ganador de los Ig Nobel, según nuestros meticulosos pronósticos– fabricó colas artificiales compuestas por un palo de madera y una base de arcilla. Y sí. Se las pegaron a las gallinas. En el trasero. En consecuencia, el centro de masa cambió y las gallinas adoptaron una postura más vertical.

Pero este estudio va más allá de plantear una nueva forma para conocer cómo se movían aquellos gigantes que la Tierra lleva extrañando unos 65 millones de años, además de recrear algunos de los cambios biomecánic0s que habrían ocurrido durante la evolución de las aves. También es una agradable bocanada de aire fresco que cumple con el rigor y humor necesarios para brillar en el teatro Sanders, este próximo 18 de septiembre.

Piensen en eso antes de dormir.

[El esquema de la gallina gigante muestra como cambia su postura, de una posición normal (gris) a la que adopta cuando tiene la cola artificial (naranja). Los otros dos dibujos pequeños muestran cómo cambia el centro de masa en las gallinas "enchuladas". Ccom es el centro de masa normal; Ecom es el nuevo centro de masa después del experimento. Todas las imágenes tomadas del artículo en PLOS ONE]

Bibliografía:

Nota en Science News | Artículo en PLOS ONE | Nota original en el Blog de Historias Cienciacionales.

Cinco metros de cola de hadrosaurio encontrados en Coahuila, México

La cola artículada del hadrosaurio y el brazo señalador de René Hernández. (Tomada del video del INAH). Paleontólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Nacional de Antropología e Historia han encontrado en Coahuila, Mexico, restos fósiles de un dinosaurio en extraordinario estado de preservación. Se trata de cinco metros de la cola de un hadrosaurio, del grupo de los dinosaurios también llamados pico de pato. Los restos tienen 70 millones de años aproximadamente y están tan bien conservados que la estructura aún está articulada. A pesar de que en esa zona del país se han encontrado muchos fósiles del mismo tipo de dinosaurios, ésta es la primera cola articulada que se haya descubierto.

Los paleontólogos, coordinados por Felisa Aguilar del INAH y René Hernández de la UNAM, aún no determinan la especie a la que pertenecen las 50 vértebras caudales (y algunos fragmentos de cadera), pero saben que son de un tipo de dinosaurio pertenecientes al grupo de los Lambeosaurinos, mejor conocidos por tener pico de pato y cresta. (Pensemos en los Parasaurolophus de Jurassic Park).

Se supo del ejemplar por un aviso del edil del municipio General Cepeda, en el estado de Coahuila. Esa zona de México tiene una gran abundancia de fósiles de dinosaurio y otros organismos, pues durante el Cretácico Tardío esa región era una línea de costa llena de desembocaduras de ríos, esteros, lagunas y marismas, ambientes muy propicios para la fosilización de restos orgánicos. Desde hace veinte años se han encontrado fósiles de dinosaurios pico de pato en la región. Específicamente en General Cepeda, se sabía de la presencia de fósiles en buen estado de preservación desde 2011, pero no se había podido hacer despegar un proyecto de rescate. En 2012 volvió a abrirse el sitio para la exploración paleontólogica.

Una cola articulada como la encontrada aquí es rara incluso a nivel mundial, según Hernández. “Descubrir esqueletos articulados no es fácil porque se tienen que dar una serie de condiciones que hayan permitido que el organismo se preserve como este ejemplar", comenta. Ángel Ramírez, también paleontólogo de la UNAM y miembro del equipo de rescate, dice que este hallazgo es importante para el estudio biológico de los dinosaurios porque "vamos a tener una secuencia que permitirá conocer las características de las vértebras”.

Nota fuente en el sitio del INAH | Reportaje en video del INAH | Serie de fotos del diario Excelsior.

El monstruo de nuestros sueños también era un cazador

Sepa usted, querido lector, que los pelontólogos no se ponen de acuerdo si nuestro muy querido "Tyrannosaurus rex" era depredador o nada más un carroñero, pues la evidencia de que eran cazadores ha sido muy elusiva. Por supuesto que se han hallado muchos fósiles de animales con indicios de mordidas de T. rex o incluso restos de huesos en sus estómagos, pero los estudiosos de los dinosaurios no tienen claro si se alimentaban de presas vivas o muertas. Imagen tomada de Uneed2kno.eu

Ahora, investigadores estadounidenses hallaron el diente de un T. rex que se quedó atorado en una vértebra fosilizada de la cola de un hadrosáurido, quien sobrevivió al ataque porque el hueso atravesado por el diente creció y sanó alrededor de éste. Cuando se obtuvo la vértebra de la formación Hell Creek (donde yacen fósiles del Cretácico superior, entre hace 80 y 65 millones de años), en Montana, Estados Unidos, los investigadores pensaron que se trataba de una malformación ósea. Una vez limpio, observaron que parecía un diente dentro de la vértebra, hecho que se confirmó una vez escaneada.

De acuerdo con los autores, el diente en la vértebra sanada es evidencia definitiva de conducta de cacería por parte de los T. rex. De hecho, el que el ataque se haya dado en la cola se suma a la idea de que el hadrosáurido iba en la dirección correcta: la de huir. Sin embargo, esto no significa que los T. rex hayan sido cazadores de tiempo completo. Jack Horner, paleontólogo del Museo de las Rocas, en Bozeman, Montana, y asesor científico para las películas de Jurassic Park, menciona que nuestro querido depredador pudo haber sido un oportunista como las hienas modernas, que a veces cazaba y a veces carroñeaba.

Si se quedaron preocupados por el depredador en cuestión, no hay razón: el diente que perdió, seguramente fue remplazado por otro.

Artículo original en PNAS  | Nota en Nature | Nota de la Universidad de Kansas