Gracias, mamá, por ayudarme a envejecer

[Fotografía de Omnifoto-J. Alberto Mariñas que muestra a una madre con su bebé a cuestas en la localidad peruana de Pucará]. El envejecimiento es uno de los procesos biológicos con el que los seres humanos estamos más familiarizados y, sin embargo, también es uno de los menos comprendidos. Diversas propuestas han tratado de descifrar el enigma del padecimiento más antiguo de la humanidad desde una perspectiva molecular. Una de ellas sugiere que las mitocondrias de nuestras células podrían ser las principales responsables. La mitocondria es la fábrica que produce la mayor parte de la energía necesaria para realizar distintas actividades celulares. Esta estructura contiene su propio material genético que también puede acumular mutaciones, interrumpiendo el funcionamiento normal de las mitocondrias y desencadenando procesos como el estrés molecular y el envejecimiento de nuestras células.

Al momento de la fecundación, el óvulo materno es quien provee la mitocondria a partir de la cual se generarán todas las demás en las distintas células de nuestro cuerpo. El espermatozoide no contribuye a heredar sus mitocondrias porque éstas se encuentran en la cola, estructura que pierde al entrar al óvulo. Por esto, todos los seres humanos recibimos el ADN mitocondrial de nuestra madre biológica.

Mientras la mayoría de los estudios sobre envejecimiento se han enfocado en estudiar el daño acumulado sobre el ADN mitocondrial que ocurre durante la vida de una persona, este mes de agosto se publicó una investigación en la revista Nature que añade una variable más a la ecuación: nuestras propias madres.

Los autores del trabajo han demostrado por primera vez que el envejecimiento está influenciado no sólo por la acumulación de mutaciones en nuestro propio ADN mitocondrial, sino también por el daño presente en el de nuestras progenitoras. Para llegar a sus conclusiones, los investigadores cruzaron ratones con distintas mutaciones mitocondriales y observaron a sus crías. Los resultados los asombraron: las mutaciones mitocondriales heredadas vía materna habían causado un envejecimiento prematuro en sus hijos y habían disminuido su fertilidad.

"Este estudio también demuestra que, aún cuando heredemos bajos niveles de ADN mitocondrial mutado, esto puede tener efectos en nuestro desarrollo y causar deformaciones cerebrales", mencionó Jamie Ross, la autora principal del artículo.

Así que gracias, mamá, por ayudarme a envejecer. Por lo menos ahora puedo decir que no todo lo bueno viene de ti.

 

Fuentes:

Artículo original en Nature (sin acceso libre) | Nota fuente en ScienceDaily