Ontogenia

De cuando Triceratops, junto con nuestra infancia, casi se extingue.

dinoo La imagen de Triceratops en libros, películas y caricaturas fue una constante. Este dinosaurio fornido de tres cuernos y cráneo expandido es un clásico en los libros infantiles, el herbívoro por excelencia, una presa típica para los siempre hambrientos Tyrannosaurus de papel.

Por otra parte, Torosaurus es una especie emparentada con Triceratops, pero un poco diferente. Y hasta hace poco escondía un profundo secreto. La fronda craneal de Torosaurus es más alargada y tiene dos huecos, y el tamaño que alcanzan los adultos es mayor al que alcanzan los adultos de Triceratops. John Scannella y Jack Horner, ambos de la Universidad Estatal de Montana, en Estados Unidos, notaron algo raro en este patrón: no hay registro fósil de ejemplares pequeños de Torosaurus. Todos los fósiles que se conocen son adultos y, curiosamente, su tamaño comienza a partir del tamaño de los ejemplares más grandes de Triceratops.

Se dieron cuenta de esto al analizar los hallazgos que durante 10 años el proyecto Hell Creek llevó a cabo en la formación Hell Creek, en Montana y Dakota, donde se recuperaron muchos cráneos de Triceratops desde menos de 50 centímetros hasta unos que alcanzaban los dos metros. En ese mismo estrato encontraron pocos cráneos de Torosaurus, todos ellos de dos a tres metros de longitud. ¿Cómo explicar la ausencia de individuos jóvenes en Torosaurus? Quizá con el argumento de que el registro fósil es incompleto, lo cual es cierto. Sin embargo, si consideramos que estos dinosaurios vivieron y murieron de manera contemporánea a los Triceratops, podemos pensar que la probabilidad de fosilización fue similar para ambas especies, lo cual nos lleva a preguntarnos si existe una mejor explicación a este descubrimiento, sobre todo si tomamos en cuenta que es más fácil que se fosilicen restos pequeños.

El único rasgo que distingue sin duda a Triceratops y Torosaurus es que el último tiene una fronda más grande con dos aperturas. Todas las demás características entre ambos dinosaurios son muy similares. Los dos han sido encontrados únicamente en la formación Hell Creek, lo cual quiere decir que compartieron tiempo y espacio hace aproximadamente 67-65 millones de años, durante el periodo Cretácico. Fue en este periodo que ocurrió la extinción de los "lagartos terribles", por lo que Triceratops y Torosaurus son considerados como los últimos dinosaurios con cuernos. Quizá la respuesta al misterioso patrón encontrado por John Scannella y John Horner yace en una explicación ontogenética. La ontogenia se refiere a los cambios morfológicos por los que un individuo pasa a lo largo de su vida, desde que es un embrión hasta que muere. Podemos pensar en los cambios ontogenéticos como los cambios en el desarrollo de un organismo, como la aparición de vello facial en los hombres o el cambio en la proporción de la cabeza respecto el resto del cuerpo. Así como los mamíferos, todos los seres vivos tienen cambios ontogenéticos.

La pregunta que se plantearon Scannella y Horner fue si el patrón del registro fósil observado podía deberse a cambios ontogenéticos en Triceratops, y no a la existencia de dos especies que en su tiempo fueron contemporáneas. Para contestarse, tomaron todos los cráneos disponibles de ambas especies y los analizaron sin diferenciarlos entre sí. Clasificaron todos estos cráneos en estadios según el tamaño, es decir, en “etapas de vida” –bebés, juveniles, subadultos, adultos– y después midieron diversos rasgos que podían cambiar durante el desarrollo de los individuos.

Encontraron que varios rasgos van cambiando como un continuo a través de los cráneos, es decir, que en ningún momento se nota un brinco o diferencias muy grandes que separen los ejemplares de Triceratops de los de Torosaurus. Por ejemplo, en los cráneos clasificados tradicionalmente como “Triceratops adultos” existen regiones cada vez más delgadas en la fronda mientras mayores son los cráneos. La posición de estas regiones coincide con la de los huecos en las frondas de Torosaurus, de manera que lo que se ve, al analizar todos los cráneos juntos, es que las frondas van adelgazando paulatinamente.

Ésta y otras evidencias ontogenéticas llevó a los paleontólogos a dudar si lo que estaban viendo en el registro fósil realmente eran dos especies diferentes o si, más bien, se trataba de una sola cuyos adultos fueron clasificados por error como un dinosaurio distinto. Los análisis estadísticos que realizaron juntando la información que existía sobre los cráneos de Triceratops y Torosaurus no mostraron diferencias que pudieran separarlos como dos especies distintas. Más bien, en la mayoría de los rasgos analizados, Triceratops y Torosoaurus muestran un patrón continuo, como el que se esperaría si fueran una misma especie en diferentes etapas ontogenéticas.

Así, Torosaurus y Triceratops, antes consideradas como dos especies, se fusionaron en una sola. El nombre de Triceratops fue el que se decidió conservar, respetando a todos esos niños –y no tan niños– que recuerdan a Triceratops con cariño. Torosaurus, por desgracia, pasó a la historia.

Este ejemplo ilustra cómo nuestro conocimiento sobre la vida en el pasado está sujeto a las herramientas que tenemos para estudiarlo y analizarlo ¿Ocurrirá este sesgo también en el estudio de la vida en el presente? Lo más probable es que sí. Nuestro conocimiento, y por lo tanto nuestra percepción de la vida, están condicionados por cómo nos podemos aproximar a ella. Triceratops, afortunadamente (y por ahora), seguirá en los libros para colorear.

Fuentes:

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