reptiles

¿Cómo cambia de sexo un dinosaurio?

dino Tim se cayó en el lodo. Llevaba la boca abierta y el sabor a tierra fétida le revolvió el estómago. También le crispó los nervios. Era un sabor muy parecido al que había probado aquella noche, hace tantos años, cuando el tiranosaurio lo tiró con todo y carro por un barranco. Ya ni siquiera recordaba a ciencia cierta el momento exacto. Sólo el sabor y la urgencia de correr para evitar ser devorado. Llevaba ya dos días en la isla, y la selva se lo había tragado entero. Habían pasado más de veinte años desde la primera vez que había puesto un pie ahí, y mucho había cambiado desde entonces. No se había graduado como paleontólogo, como lo planeó en un principio. En cambio se dedicó a la biología del desarrollo. Fue por eso que se extrañó cuando le pidieron regresar. La propuesta fue clara: era el único disponible de los que habían ido a la isla durante el incidente y, más importante aún, el único que tenía acceso a los cuadernos de viaje de Alan Grant. Él le había heredado todo a Tim antes de morir, hacía cinco años. Inicialmente sólo pretendían interrogar a Tim sobre su experiencia en la isla, particularmente acerca de los huevos que encontraron Grant, Lex y él cuando deambulaban por ahí. Pero cuando mencionó a qué se dedicaba le pidieron que los acompañara en una expedición. A Tim no le hacía gracia regresar al lugar donde casi fue devorado por carnívoros extintos, pero su curiosidad científica hacía bullir dentro de él una urgencia por descubrir qué estaba pasando en la Isla Nublar. El problema era el siguiente: los dinosaurios había sido eliminados de las islas de Parque Jurásico hacía más de 10 años. Pero la empresa Biosyn había conseguido –de forma ilegal, quizá– los permisos para repoblarlas con tres tipos de dinosaurios. Ahora, la historia que Tim había vivido de pequeño se repetía ya que los trabajadores habían encontrado huellas de crías en distintos lugares aunque, como medida de control, todos los animales habían sido programados como hembras. El día que regresó a la isla, Tim recordó lo que le había dicho Grant acerca de cómo el ADN de los dinosaurios, incompleto y dañado por el peso de los años, había sido reconstruido con ADN de rana. Grant también le comentó que algunas poblaciones de ranas pueden cambiar de sexo, y que aquello podía ser causa de que algunos dinosaurios hembra se convirtieran en machos, fecundaran hembras, y existieran retoños naciendo sin permiso en todo el parque. Pero la rana más usada en laboratorio, y de la cual parecían provenir los fragmentos de ADN usados para rellenar el código de los dinosaurios era Xenopus laevis, que no sufre cambios de sexo espontáneo. Tim lo sabía bien porque se había dedicado a estudiar este anfibio durante su tesis. Todo el asunto estaba muy raro. Por la noche del primer día, Tim desenterró una de las bitácoras de Grant del fondo de su mochila y comenzó a leer bajo una luz improvisada: "¿Se parecen suficiente los dinosaurios a las ranas como para que esto pueda pasar?" –leía Tim en los garabatos de su mentor– "¿Por qué no usar ADN de otro animal?¿Fueron accidentales los nuevos nacimientos en el parque?". Tim ya se había preguntado eso antes. Había pensado que si fuera él quien diseñara un parque de atracciones con dinosaurios evitaría completar su ADN con el de animales que cambian de sexo con la temperatura, como algunas especies de cocodrilos y tortugas. Aves sería lo ideal, pues son el grupo más parecido a estos seres extintos. En ellas la determinación sexual viene directo de los genes, como en los humanos, y no hay efectos extraños causados por la temperatura. Incluso, los efectos de las hormonas en aves parecen limitarse a la etapa de embrión. Tim siguió leyendo algo acerca de plantas extintas y una Triceratops enferma en la bitácora de Grant antes de que se escapara un profundo suspiro de su pecho y cerrara los ojos. En la madrugada del segundo día salió a examinar a los dinosaurios. Ninguno era agresivo, y Tim pudo acariciarlos como lo había hecho por vez primera en su infancia. Eran justo como los recordaba: inmensas vacas mimadas. Examinó las plantas. Había algunas especies venenosas, otras comestibles y algunas como plátano, mango, trigo y piña que más bien parecían estar destinadas al consumo humano. Uno de los trabajadores que lo acompañaba le explicó que antes de la construcción del parque se habían cosechado grandes hectáreas de cultivos ilegales en la isla que luego se exportaban desde Costa Rica. Mientras trataba de esquivar la vegetación de la selva para seguir examinando a los dinosaurios, Tim se formuló una pregunta inquietante ¿cómo definen su sexo los dinosaurios? Recordó el caso de la lagartija dragón australiana, con una determinación sexual ZW: los individuos con la combinación de cromosomas ZW son hembras; los de la combinación ZZ son machos. Pero si los machos de esta lagartija se incuban a altas temperaturas pueden cambiar su morfología y transformarse en hembras. Por eso mismo, las hembras maduras pueden ser ZZ o ZW, pero los machos son siempre ZZ. "Casos como este son considerados un 'eslabón' entre la determinación sexual genética y la dependiente de temperatura", pensó Tim antes de caer de bruces sobre el lodo. Regresó a su cuarto en la estación, tomó un baño y volvió a los cuadernos de Grant. De acuerdo a sus notas, el control del sexo en Parque Jurásico se lograba negándoles a los dinosaurios una hormona específica durante su desarrollo embrionario. Algo similar pasaba en las ranas a causa de la atrazina, un herbicida usado de manera habitual en campos agrícolas. Según recordaba Tim, las ranas que cambian de sexo a causa de la atrazina tienen una determinación sexual genética, no por temperatura. Las ranas macho expuestas a este químico producen una enzima que convierte la testosterona en una sustancia que participa en el desarrollo de las hembras. Sin duda algo así había pasado (y probablemente estaba pasando de nuevo) con los dinosaurios, sólo que al revés. Había algo en el parque o en la isla que convertía las hormonas femeninas en testosterona. La pista clave le llegó mientras comenzaban a caer las primeras gotas de una feroz tormenta: en las aves genéticamente hembras (con cromosomas ZW) la determinación sexual puede ser revertida a machos con una sustancia, un inhibidor de aromatasa. ¿Qué estaba ocurriendo exactamente en la isla? ¿podría tener que ver con algo que se hubiera usado durante las cosechas ilegales? ¿Qué sustancia podría haberse liberado de tal manera en el ambiente que tuviera efectos tan notables en la biología de los dinosaurios? Más aún, ¿les afectaba sólo a ellos? Y si estaba tan concentrado como para poder colarse en el área de incubación, ¿estaban Tim y todos los demás seguros en Parque Jurásico?

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Esta es la primer colaboración de Libertad Pantoja Hernández con Historias Cienciacionales. Libertad nació en la Ciudad de México y cursó la carrera de Ciencias Genómicas en la UNAM. En 2008 y 2009 participó en el concurso iGEM de máquinas genéticas. Ahora cursa su doctorado en Ciencias Biomédicas y toma un taller de narrativa impartido por el escritor Alberto Chimal. Cada vez que puede, Libertad escribe y dibuja.

Bibliografía:

 Artículo original sobre el cambio de sexo por temperatura en reptiles en Scientific American  | Revisión sobre la determinación sexual en anfibios | Determinación sexual en aves |Nota original en el Blog de Historias Cienciacionales

Confesión de cocodrilo

cocodrilo ¡Está bien! Los aceptamos: disfrutamos comer frutas. Los cocodrilos somos considerados como carnívoros obligados incapaces de digerir proteínas vegetales y polisacáridos. Sin embargo, esto no es totalmente cierto. Hay evidencia de que 13 de 18 especies de cocodrilos (algo así como el 72%) comemos frutas. Y ni mencionar alguna en específico porque –en todo el sentido de la palabra- no nos hacemos de la boca chiquita: consumimos una gran variedad de frutas.

Un estudio que hizo la Wildlife Conservation Society observó a 18 especies de cocodrilos, en las que estuvo incluida la mía, Alligator mississippiensis. Los humanos que nos estudiaron mencionan que algo de nuestra ingesta de fruta puede ser accidental, por eso de que se nos atraviesan en el proceso de cacería. Pero existe evidencia para sostener que sí comemos fruta de manera deliberada y no nada más de vez en cuando ¡Mucha fruta!

Mi amigo Larry dice que escuchó a uno decir que aún les falta saber mucho sobre nuestros procesos digestivos en cuanto a carbohidratos y otros nutrientes se trata, pero según teníamos entendido, ya hay trabajos que sugieren que la fruta que consumimos nos da recompensas nutritivas.

¡Ah! Esto no termina aquí. Este estudio nos posiciona como buenos candidatos para la dispersión de semillas, dado que si nos comemos los frutos, las semillas pasan por nuestro tracto digestivo y… ya saben, salen por algún lado. Los autores le han dicho al resto de la humanidad a través de su publicación que jugamos un papel importante en la regeneración de la vegetación por esto de las semillas. Y cómo no, si somos un estuche de monerías.

Fuentes:

Artículo original en Journal of Zoology | Nota en Eurekalert!

El origen del caparazón de las tortugas

turtle Con base en el estudio y observación del desarrollo de diferentes especies de animales, el apoyo del registro fósil y el análisis de datos genómicos, investigadores del Centro de Biología del Desarrollo RIKEN mostraron que el caparazón de las tortugas se deriva de la caja torácica de su ancestro y no de una combinación de estructuras de hueso internas y externas como se pensaba.

Observando a los seres vivos y a sus estructuras desde una perspectiva evolutiva, se podría saber, por medio de diversos análisis, de dónde provienen cada una de sus características. Un ejemplo famoso de esto es la evolución de los tetrápodps (4 patas), nuestro grupo evolutivo. De manera sencilla podemos decir que nuestro brazo posee un húmero, seguido del radio y la ulna y posteriormente tenemos a los carpales. Este patrón lo podemos observar en todos los mamíferos, en las aves, en los reptiles y en los anfibios. Sin embargo, a pesar de que cada grupo presenta funciones y morfologías diferentes, con base en la misma estructura base podemos, con ayuda del registro fósil y la geología, saber quién fue primero en la historia evolutiva.

Dicho esto, el origen del caparazón de las tortugas no estaba claro hasta ahora, porque comprende partes de origen endoesquelético (estructuras óseas internas) y otras partes que parecen más exoesqueletos (estructuras óseas externas) similares a los de los cocodrilos y los peces.

La parte exterior del caparazón de la tortuga se pensaba que se había derivado de huesos del exoesqueleto, mientras que la parte interna se ha demostrado que se originó de costillas y vertebras que están conectadas al esqueleto interno del animal. Sin embargo, no se ha obtenido evidencia directa que demuestre que las estructuras óseas que se desarrollan fuera de la caja torácica en tortugas se derivan del exoesqueleto.

Con el objetivo de demostrar si el caparazón de la tortuga evolucionó con alguna contribución del exoesqueleto de su ancestro, el investigador Tatsuya Hirasawa y su equipo obersvó el desarrollo de embriones de tortugas chinas con caparazón suave, pollos y cocodrilos.

El resultado del estudio arrojó que la mayor parte del caparazón de la tortuga se constituye de costillas hipertrofiadas y vertebras y, por lo tanto, se deriva únicamente del tejido del endoesqueleto. Este resultado fue confirmado mediante la observación del registro fósil de la antigua tortuga Odontochelys y el antiguo reptil Sinosaurosphargis, quienes muestran que poseían caparazones de origen endoesquelético.

“Recientemente, los análisis genómicos nos han dado evidencia de que las tortugas evolucionaros de reptiles relacionado de manera cercana con cocodrilos y dinosaurios, y no de reptiles primitivos como antes se pensaba. Nuestro descubrimiento coincide con la historia evolutiva revelada con los análisis genómicos y están a punto de desenmarañar el misterio de cuando y como evoluciono el caparazón de las tortugas”, comenta Tatsuya acerca de sus publicación.  

Fuente: Alpha GalileoArtículo original: Nature