Incubadoras involuntarias

Autor: Emiliano Cantón

En 1979, el público atestiguó el estreno de una de las obras maestras del cine de ciencia ficción: “Alien”, del director Ridley Scott. Mezclando el género de terror con los viajes interestelares, la trama sigue a la tripulación de la nave “Nostromo” en su encuentro con una forma de vida alienígena predadora extremadamente peligrosa. Para proliferar, estos seres introducen un embrión en un huésped, dentro del cual madura hasta violentamente destruirlo desde dentro al emerger en su nueva etapa de vida. El horror visceral que las audiencias sintieron al ver esto en una icónica escena de la película, se ve reflejada en las caras de los actores quiénes, en una famosa maniobra del director, desconocían los detalles de lo que pasaría durante la filmación.

Para aquellos con un poco de conocimiento de entomología, las similitudes del proceso reproductivo del alienígena con los protagonistas del escalofriante artículo de hoy son evidentes. La coincidencia no es accidental.

Las avispas parasitoides pertenecen al orden himenóptera, que también incluye al resto de las avispas, las abejas, y las hormigas. Su nombre se deriva del hecho que, al igual que los Xenomorfos de “Alien”, utilizan a sus presas como incubadoras para el desarrollo de las larvas, casi siempre matándolas en el proceso.

Existen diferentes mecanismos mediante los cuales las avispas depositan a sus huevos. Algunas especies inyectan el huevo de la larva en el interior de los huevos de otras especies de insectos mediante su órgano ovopositor. Las larvas que salen de los huevos no matan inmediatamente al huésped, sino que siguen desarrollándose mientras éste se alimenta y crece. Eventualmente el daño será demasiado, y el huésped muere. A estas alturas las larvas están cerca de la etapa en que se convierten en pupas, y al poco tiempo el adulto emergerá del cadáver del huésped. No sólo los huevos pueden ser parasitados de esta forma; dependiendo de la especie de avispa y el huésped, a veces introducen los huevos en larvas de diferentes estadíos, pupas, e incluso adultos.El tamaño de la presa parasitada influye en el tamaño del adulto resultante. Este mecanismo se conoce como endoparasitismo. Como otro dato interesante, para evitar infecciones, las larvas de las avispas no liberan sus desechos, sino que los acumulan hasta que el huésped muere y ellas pupan, expulsando un cúmulo. Adicionalmente, no satisfechas con introducir sus huevos, algunas especies de avispas también transmiten virus que abaten el sistema inmune del huésped, impidiendo que se defienda de los organismos creciendo en su interior. Para complicar aún más el panorama, el blanco de algunas avispas parasitoides son otras avispas parasitoides, y se conocen como hiperparasitoides.

Avispa cazando araña. Foto: John Kilford, Sydney Australia.

Avispa cazando araña. Foto: John Kilford, Sydney Australia.

La otra estrategia principal empleada es inyectar veneno en la presa, paralizarla, y depositarla en una cavidad donde también se ponen los huevos, para luego sellar la entrada. Las larvas de la avispa podrán alimentarse de la presa viva pero inmóvil a medida que se desarrollan. Esto se conoce como ectoparasitismo. Interesantemente, las larvas parecen evitar comer del tejido nervioso de la presa, quizá para evitar que muera antes de tiempo. Ejemplos de estas especies de avispas son aquellas especializadas en cazar arañas, a veces incluso igual o más grandes que ellas mismas. Una presa difícil, sobra decir, pero nada detiene a una veloz avispa en busca de alimento para su descendencia.

El parasitismo que muestran las avispas parece haber surgido una única vez durante la evolución de este grupo de insectos, y más bien el comportamiento se perdió en varios puntos del linaje con el paso del tiempo. También hay que decir que las avispas no son los únicos insectos que son parasitoides. Hay escarabajos del género Brachinus, como el famoso escarabajo bombardero, cuyas larvas son ectoparásitos [1]. Entre las moscas, hay muchas especies que también muestran comportamiento parasitoide, y las famosas y más aprovechadas, como describiré más adelante, pertenecen a la familia Tachinidae. En otras especies de moscas, como Dermatobia hominis, las larvas se alimentan de carne de vertebrados, por lo que pueden ser parásitos de aves y mamíferos, que sí, incluye a los humanos (de ahí su nombre en latín). Provocan una condición conocida como miasis cutánea. Recomiendo no buscar imágenes de ello a menos que se tenga buen temple.

Querido lector, si aún no has huido despavorido de esta lectura, te anticipo que hay una buena noticia a todo esto. Las avispas parasitoides son en general bastante particulares respecto a qué especies utilizan como huéspedes. En muchos casos, esas especies resultan ser plagas agrícolas. Junto con las moscas mencionadas anteriormente, son los predadores más utilizados en el control biológico clásico. Su utilización disminuyó con el incremento en la aplicación de insecticidas (purificados o sintéticos). Sin embargo, desde hace algún tiempo estas prácticas se han retomado debido a la aparición de plagas resistentes a los insecticidas y el deseo de establecer protocolos de crecimiento con menor impacto ambiental. La mosca blanca, una plaga particularmente complicada, y sus compañeros del orden heteróptera son blancos de estas estrategias. Un nutrido número de polillas de gran interés económico también son controladas por parasitoides.   En México, el gobierno mismo mantiene laboratorios para la producción de insectos parasitoides en apoyo a los agricultores.

Así, en la naturaleza, incluso las historias más macabras pueden tener un final feliz. En este artículo apenas hemos rascado la superficie de las relaciones parasitoides. No perdamos jamás de vista la importancia de estudiar las interacciones ecológicas que nos rodean, incluso aquellas que nos incomodan y nos hacen sentir que algo camina bajo nuestra piel.

 

Referencias

1.- Weber D.C., Saska P., Chaboo C.S. (2008) Carabid Beetles (Coleoptera: Carabidae) as Parasitoids. In: Capinera J.L. (eds) Encyclopedia of Entomology. Springer, Dordrecht

*Imagen de la viñeta: Hyposoterebeninus. Foto: Tibor Bukovinszky© BugsinthePicture

Editores: Ximena Bonilla, Emiliano Cantón