economía

La ciencia en el nuevo paradigma económico: entre la oportunidad y el riesgo

Las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI representan un periodo de profundas transformaciones a nivel global. La creciente interconexión de las economías y los procesos culturales, a través de las tecnologías de la comunicación y la información, está modificando activa y permanentemente la estructura de los procesos e intercambios sociales. De la existencia de sistemas socioeconómicos nacionales, culturalmente diferenciados y que responden a dinámicas propias, con un grado limitado de interacción internacional, hemos pasado al afianzamiento de un sistema global, que comienza a generar un sistema socioeconómico que opera en la misma escala, con una creciente homogeneización cultural. Este cambio trae consigo una reformulación de las relaciones entre la ciencia, la tecnología, la economía y la sociedad. A lo largo de este breve ensayo buscaré describir la forma en la cual éstas se reconfiguran a partir de la transición que aquí he mencionado.

En primer lugar, es de utilidad describir brevemente y de forma general cómo es que la transformación global que he mencionado está ocurriendo. En ello, desempeña un papel central el desarrollo tecnológico. Sin entrar en particularidades, baste decir que las tecnologías de la información y la comunicación son el eje en torno del cual las transformaciones se agrupan. Por ejemplo: la economía global hoy funciona en tiempo real, con mercados financieros, cadenas productivas y dinámicas de consumo que se retroalimentan y operan de forma coordinada. Casos similares pueden observarse en la política o la cultura, pero por ahora, enfocarnos en el sistema económico será útil para comprender la importancia del desarrollo de la ciencia y la tecnología actualmente.

La transformación del sistema productivo es un cambio decisivo en la estructura de cualquier sociedad. En este caso, detrás de la utilización de la economía, aparece otro elemento que para efectos de este ensayo (e igualmente para la estructura de la sociedad) es de vital importancia: la aparición del conocimiento como un medio de producción económica.

El conocimiento como un medio de producción económica

Con ello, quiero decir que la producción de conocimiento, de forma organizada (laboratorios, institutos, universidades y empresas) es una forma en la cual la economía genera beneficios y crecimiento. No sólo ello: el conocimiento es la forma hegemónica de producción económica. Esto no quiere decir que el sector industrial desaparezca, ni tampoco que reduzca su tamaño, sino que el conocimiento genera mayor valor agregado que los bienes industriales.

Las economías más dinámicas y competitivas del mundo fundamentan gran parte de su crecimiento en la producción de conocimiento. Esto coloca al sistema de la investigación científica en un rol privilegiado, que trae consigo la profundización de viejas dinámicas y la aparición de nuevas en cuanto a su funcionamiento estructural. A la vez, conlleva una serie de riesgos, que bien pueden ser espacios de oportunidad de dimensiones desconocidas, o procesos que amenazan la estabilidad del sistema global. En el centro de esta paradoja, el sistema de la investigación científica ve sus relaciones con la economía y la sociedad reformuladas, a la vez que la dinámica interna de su funcionamiento es transformada. Sobre la parte económica, he mencionado brevemente su importancia (como ha abordado mi colega Fabián Flores-Jasso). Antes de pasar a la relación con la estructura social en su totalidad, me gustaría abordar de forma igualmente sucinta un par de reflexiones en torno de la estructura del sistema científico en sí.

En primer lugar, ya hemos mencionado que el conocimiento es un medio de producción. Esto no parecería novedoso a primera vista. Es decir, sobra comentar que en todo desarrollo histórico en el campo de la producción, ha debido generarse un conocimiento en torno del mismo. Dicho conocimiento puede ser uno de carácter teórico, o bien práctico. Por decirlo en términos simples y breves: puede ser ciencia o tecnología lo que está detrás de los adelantos en la producción. La diferencia radical hoy consiste, como menciona el sociólogo español Manuel Castells(1), en que el conocimiento producido se utiliza en la generación de nuevo conocimiento. Esto, aunado a las capacidades tecnológicas de acumulación y procesamiento de datos, crea la posibilidad de que este desarrollo se de manera mucho más veloz, sumándose de manera casi inmediata el conocimiento recién adquirido con uno que se está desarrollando, catalizado por la promesa de beneficios económicos y mayores presupuestos para la investigación.

Clonación de embrión animal

En segundo lugar, la existencia de las ya mencionadas tecnologías de la información y la comunicación, permite, por un lado, una constante y profunda retroalimentación entre comunidades e individuos que forman parte del sistema de la investigación científica. Por otra parte, la convergencia de estas tecnologías con la genética o la biología revoluciona la forma de realizar investigación y los alcances de la misma. Resta ver hasta dónde esta convergencia científico-tecnológica podrá ocurrir y qué clase de desarrollos surgirán de ella. Además de ello, son espacios como este en el que hoy escribo, privilegiados para mostrar de forma tangible la afirmación antes expresada.

Cabe en este momento, a forma de conclusión de este pequeño ensayo, mencionar una de las formas en las cuales la ciencia se relaciona de forma más directa con la sociedad: el riesgo. Riesgo es, de acuerdo al sociólogo alemán Ulrich Beck (2), una situación de auto-amenaza civilizatoria, generada por el desarrollo pleno de los medios de producción propios de la modernidad. El ejemplo más concreto de ello es el cambio climático. Ahí, la producción industrial trajo consigo niveles elevados de contaminación, accidentes fatales como los ocurridos en Bhopal, India y Fukushima, Japón, o la destrucción absoluta de ecosistemas milenarios, como está sucediendo hoy en el Amazonas. Esto, además, trajo consigo un problema fundamental para la ciencia. Confrontada por la aplicación industrial de sus descubrimientos, se ha visto crecientemente interesada –y hasta cierto punto forzada- a abordarse como un problema de estudio. Es decir, la ciencia busca responder a la pregunta: ¿cómo podemos contrarrestar o detener los problemas generados por el desarrollo de nuestros postulados?; la respuesta no ha llegado. Un halo de incertidumbre se apodera de la ciencia cuando su labor es predecir, controlar y limitar riesgos intrínsecos al desarrollo económico que sobre de ella se monta.

Imagen haciendo alusión a la modificación genética de alimentos

Los nuevos desarrollos científicos, en los campos que actúan sobre la información del código de la vida, como la genética, no están exentos de esta polémica, que introduce al sistema de la investigación científica ya no únicamente al campo de la economía, sino de la discusión política, ética y social. Si bien en campos como, por ejemplo, la modificación genética de alimentos, no existen pruebas concluyentes sobre su carácter perjudicial para el consumo humano, ello no implica que la ciencia pueda dar una respuesta plenamente satisfactoria en el sentido contrario. Ello, además, no implica únicamente que la respuesta deba darse en un sistema científico cerrado, sino que debe contar con una validación política y social para ser tomada como cierta.

La ciencia se coloca así en un lugar de oportunidades sin par, al ser la punta de lanza del desarrollo de las sociedades humanas, que ingresan a una era global. Sin embargo, las cosas distan de ser simples. Los riesgos inherentes al desarrollo económico, que se encuentra ligado por completo al sistema de la investigación científica, constituyen un reto mayúsculo para éste. Como una idea que necesita mayor desarrollo, es necesario considerar la importancia de la transdisciplinariedad y del enriquecimiento que las ciencias sociales y exactas pueden obtener del intercambio frontal de ideas como vías para responder las preguntas más relevantes que vinculan a la sociedad con la ciencia hoy(3).

Acerca del autor:

Julio Alejandro De Coss Corzo, es licenciado en Relaciones Internacionales por la FCPyS, UNAM. Diploma en Filosofía y Comunicación por la FES-Acatlán, UNAM. Funcionario federal en la Secretaría de Energía.

1) Castells, Manuel; La era de la información: economía, sociedad y cultura. Ed. Siglo XXI, México, 1999, cap. 1. 2) Beck, Ulrich; La sociedad del riego global. Ed. Siglo XXI, México, 2006, p. 1-73. 3) Para mayores referencias sobre los temas abordados aquí, recomiendo los dos libros que cito, el de Castells y el de Beck. Con relación a la gran transformación acontecida de la mano de las tecnologías de la información y la comunicación, sugiero leer “Historia de la sociedad de la información”, de Armand Mattelart, publicado por la editorial Paidós en 2002.

Ciencia, ¿para qué?

 

Con mucho gusto escribo las siguientes líneas para dar la bienvenida a este espacio esperando que tenga un excelente recibimiento por la sociedad. En esta ocasión, abordaré brevemente el tema de por qué es importante invertir en ciencia para lograr la generación de empleos y el desarrollo de una sociedad. El ejemplo en el que me concentraré será el del descubrimiento de ciertas moléculas de ácidos nucléicos pequeñas llamadas siRNAs, las cuales en los últimos diez años se han posicionado como una promesa para la cura de muchas enfermedades.

En el año de 1998, el grupo liderado por Craig Mello descubrió —fortuitamente— algo que muchísimos científicos alrededor del mundo habían soñado hacer: inactivar genes de manera específica en organismos vivos. Mello y su grupo lograron dicha hazaña introduciendo moléculas de ácido ribonucléico (RNA, por sus siglas en inglés) de doble hebra en un gusanito, cuyo hábitat natural podría incluir cualquier charco de agua sucia en cualquier ciudad del mundo, llamado Caenorhabditis elegans (C. elegans, para los cuates). Este hallazgo fue publicado en la revista Nature [1], e inmediatamente llamó la atención de muchísimos científicos alrededor del mundo. Primero como una herramienta muy poderosa para inhibir genes, y segundo como un fenómeno muy extraño e interesante: si al introducir RNA de doble hebra se provocaba la inactivación de un gen cuya secuencia era complementaria a este, significaba que las células contienen una maquinaria molecular que lleva a cabo tal fenómeno. Por lo tanto, la maquinaria probablemente actúa constantemente para provocar un efecto parecido, pero de manera natural, y no inducido por la mano del hombre.

Las cartas estaban puestas sobre la mesa. Decenas de científicos en el mundo se lanzaron mar adentro y comenzaron a tratar resolver el enigma, entre ellos David Bartel, y dos colegas suyos que hacían una estancia postdoctoral en su laboratorio, Thomas Tuschl y Phillip Zamore. Tom y Phil, diseñaron una serie de experimentos para saber exactamente cuál forma del RNA que introducían era la que causaba el fenómeno y usaron como modelo experimental a Drosophila melanogastermejor conocida como la mosca de la fruta—que es la misma que vuela sobre el frutero cuando la fruta está madura.

Después de meses intensos de trabajo, los investigadores hicieron un hallazgo fascinante: lo que disparaba el fenómeno que habían descubierto Mello y sus colegas, eran unas moléculas pequeñísimas de RNA de doble hebra, las cuales interferían con los genes que ellos escogían, a las que llamaron siRNAs (del inglés Small Interfering RNAs—RNAs Interferentes Pequeños); por lo que muy pronto, la comunidad científica del mundo comenzó a llamar al fenómeno RNAi (del inglés, RNA Interference—RNA Interferente). El hallazgo y la utilidad de los siRNAs no se quedaron solamente en la mosca, ya que Tuschl y sus colegas probaron si el efecto que veían se reproducía en células humanas en cultivo. Poco tiempo después, abrieron las botellas de champaña: los siRNAs podían utilizarse como herramienta para inhibir genes en humanos [2, 3].

La noticia muy pronto estuvo en los periódicos de circulación en todo el mundo, en los noticieros de televisión y en la radio. Tuschl y Zamore—junto con otros colegas—inmediatamente formaron la compañía Alnylam, y comenzaron a otorgar licencias para el uso comercial de los siRNAs. Se crearon compañías biotecnológicas encaminadas a tratar de aplicar y  expandir el uso de los siRNAs, tanto en animales como en humanos. Al mismo tiempo, se crearon muchísimos empleos, desde puestos para científicos y estudiantes de ciencias recién graduados (químicos, biólogos, informáticos, médicos, etc.), hasta profesionistas de las áreas sociales (contadores, abogados, diseñadores, etc.). Al día de hoy, no existe una sola compañía biotecnológica que no ofrezca algún tipo de servicio relacionado con RNAi o siRNAs.

A un poco menos de quince años del descubrimiento del RNAi en el gusanito C. Elegans, se ha descrito que tal fenómeno ocurre casi en todas las especies eucariontes estudiadas. Lo cual ha llevado a muchos científicos y médicos del mundo, junto con gobiernos y empresas biotecnológicas, a probar los siRNAs como terapia para curar algunas enfermedades, como el cáncer. Los primeros protocolos terapéuticos de RNAi en humanos están dando resultados muy prometedores gracias a la combinación de siRNAs con otras tecnologías moleculares, por lo que muy pronto, la terapia con siRNAs será tan conocida que hasta los niños más pequeños hablarán de ella.

Entonces, ciencia ¿para qué? Seguramente la respuesta más común que el lector de este blog ha oído es porque la ciencia es bonita. La ciencia, y dedicarse a la ciencia es verdaderamente fascinante, pero el beneficio para la sociedad va más allá de la satisfacción personal del científico. En países en vías dedesarrollo es muy común oir que invertir en ciencia es un lujo; salvo algunas contadas excepciones. Por ejemplo, países en vías de desarrollo como Brasil, Egipto, India, ya se dieron cuenta de que la mejor manera de progresar como nación y homogenizar las posibilidades económicas y educativas es invirtiendo en ciencia, por lo que se han iniciado políticas estratégicas de incremento presupuestal para ciencia—así como más facilidades para trámites de patentes locales e internacionales. Esta misma estrategia la usaron países como Singapur, Israel y China años antes, y los resultados son ahora contundentes. La calidad de vida en estos países mejoró considerablemente en alrededor de una década ya que se crearon miles de empleos y se activó la economía. Desafortunadamente, tales políticas casi no ha ocurrido en otros países, como México; al contrario, los presupuestos asignados a ciencia no se han incrementado al mínimo recomendable por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, (OECD—por sus siglas en inglés).  Por ejemplo, México invierte aproximadamente el 0.35 del PIB en ciencia, mientras que Egipto—con todos los problemas sociales que tiene en estos momentos—acaba de anunciar su plan de desarrollo científico y meta para el año 2015: hasta el 2010, asignaban el 0.2% de su presupuesto; después del incremento, la asignación será 0.4% durante el 2011, 1% para el 2012, y 2% para el 2015 [4].

El ejemplo de cómo los siRNAs pasaron del experimento científico en un laboratorio en una universidad, a ser una semilla generadora de empleos, y finalmente una manera de curar enfermedades, es solo uno entre millones. Y es precisamente para eso que sirve la ciencia. Por lo tanto, es muy importante que se entienda y se enseñe la utilidad y el papel que juega la generación de conocimiento para una sociedad. La ciencia—junto con la generación de tecnología—es lo que ha hecho que el mundo tenga una infinidad de consumibles—desde agua potable y medicinas, hasta estaciones espaciales y electricidad inalámbrica. Es solamente con la aplicación del conocimiento generado que una sociedad progresa y brinda oportunidades a todos sus ciudadanos por medio del desarrollo económico y generación de empleos—y esto se debe enseñar e inculcar en todas las escuelas y niveles educativos. Por eso, hay que invertir en ciencia.

 Acerca del autor: C. Fabián Flores-Jasso es egresado de la Licenciatura en Investigación Biomédica Básica y del Programa de Doctorado en Ciencias Biomédicas de la UNAM, y actualmente realiza una estancia post-doctoral en la Universidad de Massachusetts Medical School.

Referencias: [1] Fire, A. et.al. Nature 391, 806-811. [2] Tuschl, T. et.al. Genes Dev. 13, 3191-3197. [3] Zamore, P. et. al. Cell 101, 25-33. [4] Butler, D. Nature 474, 266.