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Emancipando a Nemo: la travesía kilométrica de las diminutas larvas de pez payaso.

Pez Payaso. Es noche de luna llena y las aguas al sur de la costa de Oman se manchan de enjambres de pequeños animales que flotan bajo las olas. Entre ellos, hay cientos y cientos de larvas de peces payaso, que pasarán algunos días a merced de las corrientes hasta llegar a un puerto seguro: una anémona instalada en un arrecife. Sin embargo, algunas cuantas de esas diminutas larvas no podrán instalarse tan pronto en un hogar. Algunas larvas boyaran bajo las olas y sin rumbo fijo por cientos de kilómetros, y encontrarán refugio en un arrecife completamente ajeno, que los ojos de sus padres y los de los padres de sus padres nunca vieron. Es una travesía de tintes épicos que, sin embargo, no es rara entre los peces payaso.

Un grupo internacional de científicos, coordinado por Stephen D. Simpson de la Universidad de Exeter en el Reino Unido, ha descubierto que las larvas de una especie de pez payaso, llamada Amphiprion omanensis, pueden trasladarse hasta 400 kilómetros entre un arrecife y otro, a pesar de que en esos kilómetros no haya nada más que mar abierto. Este viaje es sorprendente porque las larvas de estos peces no pueden nadar, sino que flotan y se dejan llevar por las corrientes océanicas. Y es aún más sorprendente porque deben atravesar un mundo submarino en el cual lo que flota termina siendo la comida de lo que puede nadar. Pero al final, los pequeños peces payaso llegan a una nueva comunidad y allí sus congéneres los adoptan como propios.

Todo esto lo saben los investigadores no porque hayan seguido de cerca a las larvas durante su viaje (algo casi imposible por el tamaño microscópico de esos animales) ni porque les hayan puesto transmisores de ningún tipo (una segunda imposibilidad). Lo saben porque compararon el ADN entre los peces payasos de dos diferentes arrecifes.

Luego de que un equipo de 22 buzos se sumergiera casi 100 veces, buscara y capturara a los peces payaso adultos de esa especie, les tomara una pequeña muestra de una de sus aletas y los devolviera a su hogar, los investigadores extrajeron el ADN de todas esas muestras en busca de diferencias entre los peces de los diferentes arrecifes. De la misma forma en que los argentinos tienen diferencias lingüísticas con los mexicanos, los peces payaso de un arrecife ubicado al sur de la costa de Oman tenían diferencias genéticas con los peces de una arrecife ubicado al norte. Y de la misma forma en que se puede identificar a un argentino viviendo en México por la pura forma de hablar, así los investigadores identificaron a los peces norteños en los arrecifes del sur por su firma genética. Y como los peces payaso adultos sólo abandonan la seguridad de su anémona en las películas, los científicos concluyeron que debían ser las larvas las que se trasladaban de un arrecife a otro.

Este descubrimiento no sólo genera asombro, sino también es importante porque muestra que los peces payaso de arrecifes diferentes pueden seguir emparentándose, pueden seguir siendo parte de un mismo grupo que intercambia información genética. En otras palabras, los arrecifes no son islas submarinas de las cuales las especies no pueden escapar. Pero los peces a tierna edad son los que experimentan un viaje de libertad, en el que terminan por explorar y mezclarse con otras colonias en arrecifes lejanos. Todo lo contrario a la trama de Hollywood, cierto, pero la naturaleza tiene esa mala costumbre de ser más extraña que la ficción. Llamemos a esta historia, pues, “Emancipando a Nemo”.

Fuentes:

Aquí el artículo original de Simpson y sus colegas, publicado en PLOS One (de libre acceso) | Aquí la cobertura de National Geographic | Aquí una galería de fotos de diferentes especies de peces payaso.