África

El origen de los números

A partir de hoy y así cada miércoles durante dos meses, haremos un viaje para adentrarnos en el mundo de los números. Esta interesantísima serie es cortesía de nuestros amigos de Pedazos de Carbono y el autor es Juan Navarro, un matemático convertido en computólogo que además es muy talentoso para escribir.

¿Cuándo los seres humanos empezaron a "contar"?

¿Qué son los números imaginarios?

¿Qué es el infinito?

En esta serie exploraremos algunas de estas dudas, empezando por el origen de las matemáticas en esta primera entrega, ¡disfrútenla!

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Hay muchas cosas que, como nos parecen tan simples y cotidianas, no les solemos prestar mucha atención. Fácilmente puedes ir un día a hacer tu súper: una caja de tu cereal favorito; dos litros de leche para el desayuno; cinco manzanas para ese pay que planeas hornear; ¡los mangos tienen hoy 20% de descuento!, será mejor aprovechar y comprar también unos de esos. Al terminar tus compras llegas entonces con la cajera, “Son $159.50”, extiendes tu mano con un billete de $200. Recibes 50 centavos y diez, veinte, treinta, ... ¡hey! ¡faltan diez pesos! “¡Oh! ¡Mil disculpas! Aquí está el cambio que le falta.”

Parecería como si nada extraordinario hubiera sucedido, y rara vez nos detenemos algún momento para pensar en esto. Hoy las matemáticas juegan un papel central en nuestra cultura y nuestra sociedad, se encuentran justo en el corazón de nuestra ciencia y de nuestra tecnología, pero—y esto es quizá difícil de imaginar—las cosas no han sido siempre así. ¿Te has puesto alguna vez a pensar, cómo sería vivir en una época en la que los humanos no teníamos siquiera el concepto abstracto de ‘número’? ¿Cuando incluso el simple acto de contar no se nos había ocurrido aún? ¿Y cómo fue que pasó todo esto? ¿Cómo fue que las matemáticas fueron inventadas por primera vez?

Los humanos modernos, que anatómicamente eran ya bastante similares a nosotros, se separaron de otros homínidos hace unos 200,000 años. Para hace como 100,000 años se había desarrollado ya el lenguaje, y entre unos 60,000 y 40,000 años se dio una primera explosión cultural en la que se originaron la música y la pintura como las primeras formas de arte; todo esto a la par con técnicas más sofisticadas para fabricar herramientas. Y todo esto ocurrió incluso antes de la aparición de la agricultura, que tuvo que esperar hasta hace unos 10,000 años.

Fue también durante esta explosión cultural cuando el concepto abstracto de ‘número’ se comenzó a formar en la mente de los humanos. Los lenguajes primitivos tenían ya palabras para hablar de ‘una’ persona, que quizá había logrado cazar ‘dos’ grandes animales. Pero números más grandes en realidad no existían y, si algún día tuvieras suerte al salir a cazar, estarías contento con anunciar que trajiste ‘muchas’ delicias para la cena.

Pero imagina por un momento, que estás viviendo hace unos 20,000 años, en algún lugar en África—cerca de lo que hoy es Uganda y el Congo. Con curiosidad mirarías al cielo y comenzarías a notar algunos patrones. Algunas veces, durante la noche, la luna parece como un grande y brillante disco de luz; algunas noches después, verías como si una gran porción del disco hubiera sido “devorada” por alguien o algo; hasta que eventualmente la luna se torna toda obscura; sólo para volver a crecer de nuevo y repetir todo el ciclo. Quizá notarías también que estos patrones parecen repetirse en intervalos bastante regulares y, completamente lleno de curiosidad, quieres de algún modo ‘medir’ el paso del tiempo entre un ciclo y otro.

¿Pero cómo podrías hacerlo? Incluso a tu lenguaje le faltan las palabras necesarias para llevar un registro de cuantas “salidas y puestas de Sol” ocurren entre una luna “llena” y la siguiente. Le das y le das vueltas al asunto en tu cabeza. Hasta que de pronto se te ocurre. Es una idea brillante tan sólo por su simplicidad. Tomas el hueso de alguno de los animales que haz cazado y cada noche—justo cuando el Sol se comienza a ocultar debajo del horizonte—usas una piedra afilada para hacer una marca sobre el hueso. Luego, la próxima vez que vuelves a ver una luna llena, empiezas a hacer una nueva hilera de marcas. Y así, después de repetir este mismo ejercicio unas cuantas veces más, comparas el número de marcas que tienes en cada una de tus hileras.

Acabas de aprender a contar.

Ni siquiera tienes aún un sistema formal de numeración pero, al crear esta correspondencia uno a uno entre cada uno de los ‘días’ y las ‘marcas’ en el hueso, has logrado medir la cantidad de días entre una luna llena y la siguiente. Más aún, al establecer una correspondencia similar entra las marcas en dos hileras diferentes, puedes verificar por ti mismo que cada ciclo lunar está compuesto más o menos del mismo número de días. Has logrado confirmar tu hipótesis.

Descubrimientos arqueológicos en área africana de Ishango nos dicen que esta historia quizá no está demasiado alejada de la realidad. En 1960, el explorador belga Jean de Jean de Heinzelin de Braucourt descubrió el hueso de un babuino con varios grupos de marcas hechas sobre su superficie. Técnicas modernas nos dicen que el hueso es de hace unos 20,000 años y estudios del arqueólogo Alexander Marshack sugieren que se trata en verdad de un calendario lunar.

Como la mayoría de las buenas ideas, el uso de marcas talladas sobre huesos o madera para medir y registrar cantidades se comenzó a propagar rápidamente entre todas las civilizaciones humanas. Junto con las primeras formas de escritura, los ‘números’ representados como grupos de marcas comenzaron también a aparecer por doquier manteniendo registros de bienes o pertenencias personales. Y fue entonces cuando los números comenzaron a cobrar un significado, una vida, por si mismos.

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Escrito por Juan A. Navarro Pérez y publicado originalmente en Pedazos de Carbono

La fotografía inicial, en la cual se aprecian una y dos manzanas, es cortesía de Jonathan Cohen.

El Polo Norte no es un Continente [Parte 2 de 2]

En este punto es posible que estemos más confundidos que al inicio del post anterior, porque ahora podrían haber solo tres continentes, ¡o docenas de ellos! ¿Cómo solucionar este dilema? Quizá analizando más a detalle la estructura del planeta y partiendo de ella para definir algunos límites. Para ello, tendríamos que preguntar ¿qué es un continente para un geólogo?

Plataformas Continentales

Los geólogos definen a los continentes de una manera distinta a como se hace en tradicionalmente, siendo una de las formas en las que se define un continente la dada por la corteza continental, una plataforma de rocas metamórficas y rocas ígneas, en gran medida de composición granítica, que se distingue de la corteza oceánica por ser más dura y resistente a las deformaciones de la tectónica de placas. De esta forma, algunos continentes pudieran ser extendidos a los confines de una masa continua de tierra para incluir aquellas áreas adyacentes sumergidas en el mar conocidas como plataformas continentales, y aquellas islas que se encuentran dentro de esa plataforma continental formarían parte del continente. De esta forma, el dilema en cuanto a las Islas Británicas e Irlanda quedaría resuelto al formar parte de la masa continental en donde se encuentra Europa. Aunque introduce otros problemas, por ejemplo, el hecho que bajo este esquema, Australia y la isla de Nueva Guinea serían consideradas un continente (como ilustrábamos en la entrada anterior), pero Nueva Zelanda formaría junto a las islas de Nueva Caledonia un continente denominado Zealandia.

Zealandia

Otra de las maneras en las cuales se apoyan los geólogos para delimitar continentes es a través de la tectónica de placas. Según esta teoría, la corteza de nuestro planeta está dividida en placas tectónicas que "flotan" sobre el manto terrestre, y que se encuentran en constante movimiento. Para muchos geólogos, cada placa tectónica es un continente. Si consideramos esta forma, encontramos que tenemos los siguientes continentes/placas: la placa Antártica, la placa Australiana, la placa Euroasiática, la placa Sudamericana, la placa Africana.... hasta ahora, todo parece ir bien. Otras de las placas que existen son la placa Índica, la placa Arábica (lo cual podría inclusive justificar lo que se comentaba anteriormente sobre las diferencias culturales... y eso si dejamos a un lado que muchos consideran a la placa Índica y la Australiana como una sola). También tenemos... ¿la placa del Caribe? ¿la placa del Pacífico? ¡Si ahí casi no hay nada ahí que pudiera considerarse como "grande masa de tierra"! Las placas de Nazca, Cocos o la Escocesa... Bueno, tal vez.... Pero falta una, claro, la Placa Norteamericana, que resulta interesante porque además de contener lo que conocemos como Norteamérica, ¡también incluye una parte de Rusia, la mitad de Japón y la mitad de Islandia! Ok, creo que al final, pedirle ayuda a la Geología nos terminó de confundir más de lo que nos ayudó.

Placas Tectónicas

La raíz del problema radica en que la palabra "continente" no tiene una definición sencilla y consistente para el uso diario. El concepto "continente", lo queramos o no, está construido política, cultural e históricamente, y eso nos hace más sencillas las cosas que considerar cortezas continentales, placas tectónicas o definiciones estrictas. De esta ambigüedad surgen todos los debates en cuanto a si América es un solo continente, dos o tres (si consideramos a Centroamérica), o si el subcontinente Indio debe ser considerado aparte de Asia, así como el Medio Oriente, etc. Pero a pesar del debate, dichas construcciones alrededor del concepto de continente también nos ayuda a agrupar islas oceánicas y otros fragmentos continentales en grupos que facilitan su estudio. Por ello, consideramos que las Antillas y demás islas del Caribe son parte de América, y no nos repartimos a Islandia entre América y Europa, sino que la consideramos parte de Europa por razones históricas. Finalmente, es más sencillo considerar los archipiélagos e islas del Océano Pacífico junto a Australia como un continente llamado Oceanía, porque resulta más sencillo en términos políticos, aunque "estrictamente" no sea un continente.

Al final, aunque no nos fue posible dar una respuesta definitiva a la cuestión de cuántos continentes existen, y que siempre habrá debate al respecto, al menos el ejercicio nos sirvió para conocer más el método mediante el cual se puede analizar una pregunta tan sencilla como la que tratamos de resolver, haciendo uso de distintos conceptos básicos de geografía. A pesar de lo anterior, de lo único que podemos estar seguros es que el Polo Norte no es, ni será, un continente. Lo siento por Bieber.

"Deberíamos conocer más acerca de Geografía Básica que lo que sabemos acerca de la vida personal de los actores" (Fuente: failblog.org)

Para saber más:

Acerca del Autor

José Antonio Alonso es egresado de la Licenciatura en Ciencias Genómicas de la UNAM. Actualmente se encuentra estudiando una Maestría en Bioética en la Universidad de Pennsylvania.

Click aquí para ver otros textos del autor.

El Polo Norte no es un Continente [Parte 1 de 2]

Hace unas cuantas semanas, en el programa Late Show de David Letterman, el cantante canadiense Justin Bieber tuvo dificultades al momento de responder a una sencilla pregunta: ¿Cuáles son los continentes? El video se volvió viral en pocos días, y es probable que ya hayas reído un par de veces viendo como el joven cantante cree que Canadá y el Polo Norte son continentes. Por si aún no lo has visto, puedes verlo haciendo click aquí [video con subtítulos en español]

Sin embargo, la pregunta no deja de ser curiosa... ¿Cuántos continentes hay en el planeta Tierra? Si naciste en México y otros países Latinoamericanos, o en la mayoría de los países Europeos, la respuesta que te va a venir en mente de inmediato es 6: América, Europa, Asia, África, Oceanía y Antártida. Sin embargo, si le preguntas a alguna persona que estudió la primaria en un país anglosajón o en países como China, su respuesta va a ser un poco distinta: Norteamérica, Sudamérica, Antártida, África, Europa, Asia y Australia. Lo cual nos indica que no todo el mundo cuenta los continentes de la misma manera, y hay más de una manera de contar el número de continentes en el planeta, como podemos apreciar en la siguiente figura.

La definición más común sobre lo que es un continente es la siguiente: “Grandes extensiones de tierra separadas unas de otras por océanos”. Si nos apegamos a esta definición básica de continente, nos encontramos con algunos problemas. Problemas como los siguientes:

Mapa de Europa y Asia

Por un lado tenemos a Europa, y por el otro lado tenemos a Asia. Si observamos en un mapa ambos continentes, nos damos cuenta que no existe un océano que los separe, ¿cierto? Entonces, ¿por qué los consideramos continentes distintos? Bien, la razón práctica para esta división es una cuestión de índole cultural: Europa es tan distinta de Asia en cuestión histórica y cultural, que es mejor pretender que son dos entidades diferentes.

Ok. Tal vez haya un poco de razón en ello. Una definición más elaborada de "continente" nos indica que son grandes extensiones de tierra que se diferencian de otras por conceptos geográficos y culturales, como océanos y etnografía.

Pero si asumimos que el argumento cultural es válido, entonces seguramente también podría aplicarse en otros escenarios. Por ejemplo, ¿Qué sucede con India y con el Medio Oriente? Seguramente ambas regiones podrían ser consideradas como un continente distinto, basándose en las diferencias culturales que hay entre ellos y con las regiones colindantes. Si consideramos la premisa anterior como cierta, entonces caeríamos en una situación en dónde no terminaríamos de dibujar líneas cada vez más absurdas: ¿Es Brasil un continente aparte a Sudamérica? ¿Latinoamérica debería ser considerada un continente aparte de Estados Unidos y Canadá? ¿Qué pasa con el África subsahariana? Y así hasta que no haya más tierra que dividir...

Algunos también justifican la división entre Europa y Asia por la presencia de la cordillera de los Montes Urales, que atraviesa Rusia desde el Mar Ártico hasta el río Ural en Kazajistán, como la división natural de ambos continentes. Pero bajo este argumento, la cordillera de los Himalayas también podría ser un argumento perfectamente válido para suponer que existe una división no-cultural entre India y Asía, pero dicha división no se considera en términos prácticos tampoco. Otras cordilleras con mayor tamaño y relevancia podrían sentar la base para hacer otro tipo de divisiones. Consideremos las Montañas Rocosas en Norteamérica, o La Gran Coordillera Divisoria en Australia, las cuales no sientan las bases para delimitar distintos continentes aun siendo mayores que los Himalayas o los Urales.

Mapa de Eurafrasia

Por todo lo anterior, algunos autores desestiman la división cultural u orográfica entre Europa y Asia, y consideran que esa enorme masa de tierra es un solo continente: Eurasia (el cual no debe ser confundido con la Eurasia del libro 1984 de George Orwell).

Vale, todo suena bien. Esta visión la podemos extender a América también, para aquellos modelos que consideran que Norteamérica y Sudamérica son entidades distintas. Ambos están conectados en Panamá -o al menos lo estaban antes que Theodore Roosevelt decidiera que alguien tenía que cortar ese país a la mitad, y quién mejor que él para hacerlo. Aun considerando que el Canal de Panamá tiene una profundidad de 13 metros, cualquier persona puede comenzar una travesía desde el extremo septentrional de Alaska, caminar todo el camino hacia el sur atravesando Panamá, hasta llegar el extremo más meridional de América, en Chile. Entonces, a pesar de todo, Norteamérica y Sudamérica no están tan divididos.

El continente de Australia, que está conformado por la isla homónima, la isla de Tasmania y la isla de Nueva Guinea.

Ahora este ejemplo nos pone en otra situación un poco incómoda, porque si decidimos desechar el Canal de Panamá como un criterio que separe al continente Americano, también podríamos aplicar el mismo argumento para desechar la separación entre Eurasia y África, que están separados por el Canal de Suez, y terminarías con un mega-continente monstruoso de casi 85 millones de kilómetros cuadrados: Eurafrasia.

Con este modelo de cuatro continentes (América, Eurafrasia, Australia/Oceanía y Antártica), seguramente nuestra visión sobre los continentes debe estar completa, porque ya no hay más masas de tierra que unir y nuestra definición básica inicial es consistente. Excepto que no hemos realmente terminado porque aún queda por analizar otra parte de dicha definición: 'grandes'. Exactamente, ¿qué tan 'grande' debe ser una masa de tierra para ser "continentalmente grande"?

Imágen del lecho de roca de la Antártida. Esta imagen no considera las zonas que se inundarían si se derritiera todo el hielo del continente, ni las zonas que emergirían dado que no tienen encima la presión de todo el peso del hielo.

Recordemos que en algunas partes del mundo, el concepto de Oceanía como continente no es considerado como tal, y se considera a "Australia" como el continente más pequeño. En este modelo continental, la pregunta que surge de inmediato es si realmente Australia es el continente más pequeño o es algo así como "El Rey de las Islas". Si se considera a Australia como un continente, ¿por qué no considerar a Groenlandia? Es bastante grande, inclusive cuando no consideras todo el hielo que la cubre. Y hablando de hielo, ¿qué pasa con Antártida? Este continente olvidado, injustamente arrumbado en el fondo de los mapas porque casi nadie vive en él, parece ser enorme hasta que analizas lo que hay realmente bajo la superficie helada. Quítale todo el hielo a Antártida, y surge a la vista un archipiélago que no es la gran masa de tierra que pretende ser. Para complicar más las cosas, la isla más grande de este archipiélago es mucho más pequeña que "El Rey de las Islas". Dado el caso, si queremos seguir llamando "continente" a Antártida, bien podríamos llamar continentes a otras islas o archipiélagos. Es de ahí que en otros modelos continentales se considera que el continente no es Australia exclusivamente, sino Oceanía, que incluye dentro del continente a las islas vecinas en el Pacífico y a Nueva Zelanda. Pero bajo el mismo criterio, entramos en un debate de qué tan grande debe ser un archipiélago para ser considerado un continente. ¿Podríamos considerar a las Antillas, el conjunto de islas de delimitan el Mar Caribe, un continente aparte? ¿Podríamos considerar a la Gran Bretaña y la Isla de Irlanda, conocidas como las Islas Británicas, como un continente aparte? ¿Qué pasaría con Islandia?

Trataremos de responder a todas estas interrogantes en la siguiente parte de esta entrada.